(Para Priscila y Andrés)
La vida es como las olas del mar,
dejan sus huellas sobre la ribera
y esculpen el paisaje de costera
con su ir y venir, traer y llevar.
Mis hijos son las huellas de mí andar,
que pintan el paisaje primavera,
mi siembra y mi herencia duradera
que florece en el largo bulevar.
En ellos quedará algo de mis prisas,
pero les enseñé el modo de actuar:
sentir su libertad cada vez más.
Al final, cuando vuelen mis cenizas
y las deje caer el viento al mar,
serán mis hijos todo lo demás.
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