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miércoles, 21 de enero de 2009

ANSIEDAD

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Como dóciles olas que acarician la playa
con su eterno vaivén de la danza del mar,
ellas vienen y van, son mis sueños sin par
de quimeras ansiosas que mi silencio calla.

Es como aquel silencio desde un alta atalaya
cuando en el horizonte se observa al sol trepar,
día tras día al alba sube al cielo a besar
y con bellos destellos nunca, nunca desmaya.

Son ansias de volar, ansias de libertad
para extender las alas y nada más vagar
por los amplios espacios de sutil vastedad.

Que la luz llene mi alma, mustia de soledad
sedienta de ternura en su hado singular,
y aflore pulcro el éxtasis de la felicidad.

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jueves, 15 de enero de 2009

SONETILLO

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Si débil me ves caer,
no te preocupes por mí
y aparta tu frenesí,
solo es el atardecer.

Ya no es lo mismo que ayer
cuando el día era rubí
con adornos carmesí,
y no se puede volver.

Déjame que tome aliento
sonriente te quiero ver
solo con mi pensamiento

Si me ves desfallecer
deja que me lleve el viento,
viene ya el anochecer.
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lunes, 5 de enero de 2009

LA DAMA DE LA PLAYA

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(Buque escuela alemán Cecilie Herzogin)
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(Poema basado en una leyenda de Coquimbo)
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Esta leyenda es una bella historia,
es la historia de un amor eterno
que registra mi pueblo en su memoria,
con la huella de un romance tierno
y ansia de inspiración tan ilusoria,
en sueños de verano y de invierno
a orillas de la playa en la bahía,
y que tiene en el mar su melodía.

Cierta vez la alegría en la ciudad
quedó en suspenso cuando la noticia
de la guerra en Europa fue verdad.
Se inundaron los pueblos de codicia,
la sangre se vertía con crueldad
en las lejanas tierras de impudicia,
la guerra fraticida se expandió,
puesto que todo el mundo enloqueció.

Entonces mi país, más pacifista,
se declaró formal nación neutral,
así entonces quedó anclado a la vista
buque escuela alemán de su Naval
en extraña aventura no prevista
para cadetes de alma tan jovial,
cuya galantería cautivó
las jóvenes al ritmo del rondó.

Un día una muy bella jovencita,
cabellos de oro largos y sedosos,
llena de la dulzura más bendita,
conoció a estos cadetes misteriosos
y un sublime romance se hizo cita.
Al borde de la playa, candorosos,
ocultaban su amor bajo la luna
testigo del idilio sin tribuna.

Entre brisas marinas discurría
el idílico amor de juventud,
pero él consideró una noche fría
que el deber de soldado era virtud,
entonces a la guerra partió un día
y prometió volver con prontitud,
un suave beso fue su juramento
que siempre le llevaba a ella el viento.

A la orilla del mar llegaba ilusa
y puesta al horizonte su mirada,
pero él no regresó, ni hubo excusa.
Un día amaneció sin marejada
flotaba inerte el cuerpo de la musa
que hizo del mar su última morada,
vestida muy elegante de verano
y un pañuelo de seda en una mano.

Unos dicen que en noches de la luna
hasta la playa llega una carroza,
fineza y elegancia de ninguna,
y desciende una dama tan hermosa
que sólo verla es una gran fortuna,
mira al gris horizonte recelosa
y regresa después a su carruaje
que se pierde en la noche del paraje.
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